Un hombre viajaba con uno de sus discípulos que estaba encargado de cuidar del camello. Por la noche, fatigado, el discípulo no amarró el camello, hizo una oración rogando a Dios que cuidase del animal y adormeció. Por la mañana el camello había desaparecido. Cuestionado por el maestro acerca del paradero del camello, el discípulo dijo que siguió sus recomendaciones, confiando en Dios cuando delegó a El la guarda del animal. Entonces el maestro contestó:
- Confíe en Dios, pero amarre tu camello. Dios no tiene otras manos además de las tuyas.
lunes, 7 de junio de 2010
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